"Estos jóvenes se creen investidos de derechos que la sociedad les debe garantizar conforme a sus méritos intrínsecos, sin necesidad de más demostración. Se les ha dicho que deben ser rebeldes y se han creído que lo son."
José María Marco
En el Madrid rojo de julio de 1936, Castillejo, sucesor de Giner de los Ríos y jefe por entonces de la Institución Libre de Enseñanza, fue agredido y amenazado por un energúmeno, de esos que la historiografía oficial llama defensores de la legalidad republicana. Dicho defensor de la legalidad republicana había estudiado en la Institución Libre de Enseñanza y había sido por tanto alumno de los profesores escogidos por el propio Castillejo.
Giner presumía de formar a sus alumnos en la exigencia moral y la pulcritud estética. Todo debía estar inmaculadamente limpio en la Institución. La vulgaridad y el tabaco estaban desterrados de aquel recinto impoluto. Ha cundido la leyenda de que allí se estaba formando una minoría como no había existido nunca en España, una elite capaz de liderar una sociedad desnortada. En realidad, la Institución Libre de Enseñanza estaba formando algo más que una elite. Estaba formando una vanguardia, con conciencia de serlo, encargada de cambiar radicalmente un país con el que los creadores de la Institución no se sentían identificados.
¿Cómo lo hizo? En buena medida, creando un nuevo sistema de enseñanza que acababa con los exámenes, desterraba los libros de texto y unificaba los dos ciclos educativos de primaria y secundaria. El proyecto pedagógico facilitaba otro. Los alumnos eran educados en un ideario radical en las actitudes y la ideología. Allí se había superado la fase arcaica y un poco primitiva de las "religiones positivas" (léase el cristianismo). Más aún, aquello era un experimento destinado a demostrar que los seres humanos podían vivir e incluso ser felices sin los anclajes antiguos de la patria, la religión, la propia cultura. Como horizonte estaba la idea masónica, krausista y en el fondo también socialista, de crear una Humanidad nueva, emancipada por fin de sus antiguos prejuicios.
Lo que empezó como un experimento ultraminoritario se ha convertido, con el tiempo, en el proyecto educativo público en España. Claro que no se puede pasar de un colegio exquisito a la educación de masas sin que intervenga algún cambio por el camino. Uno de ellos es la calidad de la propia enseñanza. La ausencia de libros de textos, de programas y de exámenes ha acabado en lo que hoy sabemos que es el sistema educativo español. Uno de los peores del mundo desarrollado, con tasas de fracaso escolar del 30 por ciento y un asombroso nivel de incompetencia en la formación. Eso sí, a estas generaciones de semi analfabetos, destinados a engrosar una mano de obra barata y precarizada, se les ha formado en una ideología de los derechos, reforzada últimamente con la Educación para la Ciudadanía. Lo que se desploma en calidad se gana en radicalismo ideológico. Estos jóvenes se creen investidos de derechos que la sociedad les debe garantizar conforme a sus méritos intrínsecos, sin necesidad de más demostración. Se les ha dicho que deben ser rebeldes y se han creído que lo son. La vanguardia revolucionaria de hoy en día está en su mayoría compuesta por una población destinada a trabajar muchos años sirviendo hamburguesas, eso en el mejor de los casos. Situación falsa que explica muchas de las cosas que estos jóvenes aceptan sin rechistar, ya sea la manipulación informativa, la censura, el recurso a la violencia e incluso el terrorismo, que no todos condenan.
Del antiguo ideal han variado más cosas. Entre ellas, la estética. En su momento ultra exquisita, un canto onanista a la pulcritud sin mácula, ahora se ha convertido en el todo vale propio del socialismo libertario. Y otro cambio es la vuelta atrás en el tiempo. La Alianza para la Humanidad, la Armonía de las esferas, se compaginan en su versión castiza con la imposición de identidades nacionales mediante un auténtico lavado de cerebro perpetrado en la escuela. Del universalismo absoluto hemos pasado a reinventar tribulandia como la máxima novedad. Las taifas y el caciquismo son su reflejo institucional y político. ¿Y qué decir del amigo islamista?...
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